domingo, 15 de junio de 2014

Jornada de juegos con familias

¿Por qué una jornada de juegos con familias para celebrar los 90 años de la escuela?

Porque apostamos al juego...
Johan Huizinga en su libro “Homoludens” expone su teoría que centra al juego como antecesor de la cultura, ya que la realidad juego abarca el mundo animal y el mundo humano, impidiendo por tanto, conectarlo a lo racional, a cualquier etapa de la cultura, a ninguna forma de concebir el mundo. Pero en contraste con las rutinas instintivas de otros animales, el hombre además elabora, piensa, y modifica la naturaleza.
Desde tiempos remotos el hombre jugó. Algunas veces para comprender fenómenos que no entendía: la vida y la muerte, el sol y las lluvias, etc. Otras veces el juego fue una preparación para situaciones que la realidad exigía: juegos de persecución similares a la cacería, juegos de ataque y defensa. En algunos otros rituales primitivos se usaba el juego como medio para encontrarse con los otros y comunicarse.

             Dice el psicólogo inglés Winicott: “el juego no es parte de una realidad ni tampoco es totalmente una fantasía de la imaginación”, lo ubica en un espacio intermedio que llama espacio transicional.
El juego es una actividad libre, el hombre juega por el placer que en ello encuentra, es una respuesta a un impulso lúdico. El juego no es la vida corriente, se entra en una dimensión ambivalente entre realidad y el “como sí”. Dice G. Sheines: “La conducta lúdica y las tareas ordinarias de cada día se balancean alternadamente a lo largo de la vida. Por lo general el juego interrumpe el proceso cotidiano y se intercala en él como paréntesis o isla”.



 La persona que está jugando tiene una verdad personal que maneja a la perfección pero que está fuera de la realidad objetiva. Dentro de esa cosa seria en la que se transforma el juego, logramos dominar lo que nos domina, ya que por otro lado lo serio se vuelve juego.
Existe un orden propio que se establece en el juego, ese orden se logra por los límites espaciales, temporales y por las reglas que posee. Si estos límites se transgreden se deshace el mundo del juego.
El juego moviliza, es acción, dinámica, se opone a la quietud, a la inacción y por esto ya es un elemento distorsionante en nuestra sociedad. Si apostamos al juego reconociendo todas estas capacidades estaremos apostando a una relación diferente del hombre con la realidad y entre los propios hombres. Según Winnicott “la realidad se alimenta del juego, es la alteración necesaria para desalienarnos”.





A través del  juego, promovemos transformaciones que tienen mucho que ver con los vínculos, la comunicación, la educación. Así, el juego cumple un doble rol, como expresión lúdica, como objetivo en sí mismo, y como instrumento pedagógico y promotor del desarrollo. Se convierte aquí en un medio para alcanzar un fin, cargando la intervención lúdica de una intencionalidad.
Según la teoría del Desarrollo y el Aprendizaje de Lev Vigotsky, el aprendizaje precede al desarrollo, porque logra potenciar ese nivel de desarrollo potencial que cada individuo tiene, alcanzando un nivel de desarrollo real; sitúa al juego como creador de esa zona de desarrollo próximo. A su vez, plantea que a medida que el juego se desarrolla, se ve un avance hacia la realización consciente de un propósito  y que a medida que se introducen más reglas y mayores son las demandas que exigen al niño, mayor será la regulación de su actividad. En fin, el juego abre puertas para el conocimiento…






Desde los primeros pasos vivimos en el mundo través del juego. Las canciones que nos cantaron y nos abrazaron de afecto también nos acercaban a la palabra.
Los juegos de contacto, hamacados, mecimientos, acunamiento, nos fueron dando apoyo y sostén para comenzar a tener noción de nuestro cuerpo en el mundo.
El encuentro con los primeros objetos, sonajeros, chupetes, brindaba el reconocimiento paulatino de las nociones de ausencia y presencia.
Las manos de los mayores nos provocaban ir hacia el mundo y conquistarlo con nuestro movimiento y control progresivo.
Los juegos de ocultamiento y aparición, como las escondidas, el gallito ciego, nos fueron dando el acceso al mundo simbólico, presencia a lo que no se ve.
Luego, los disfraces, las máscaras, los personajes que podíamos sacar a relucir para ir descubriendo el mundo que nos conforma.





El juego como ese espacio donde se suceden encuentros, elecciones, el acceso a la espontaneidad que nos entrena para resolver todo lo que se nos presenta en forma sorprendente y permite elaborar el mundo, un espacio de exploración, descubriendo nuevas posibilidades de aprendizaje…
             Desde esta propuesta, reivindicamos el insustituible papel promotor de desarrollo integral que es el juego en la vida de niñas y niños, y el lugar insustituible de la familia como referente, pilar, guía…mostrando, enseñando, habilitando, transmitiendo valores y compartiendo espacios lúdicos que en lo cotidiano son recortados.
Nuestra invitación es a crear, desde el disfrute de la naturaleza, un espacio convocante, atractivo, seguro y afectivizado, que revalorice el rol del juego a través de “la historia” y “las historias”.



Una hermosa jornada afianzando las raíces, rescatando la memoria colectiva y familiar, y por sobre todas las cosas disfrutando juntos...¡GRACIAS!


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