Porque apostamos al juego...
Johan Huizinga en su libro
“Homoludens” expone su teoría que centra al juego como antecesor de la cultura,
ya que la realidad juego abarca el mundo animal y el mundo humano, impidiendo
por tanto, conectarlo a lo racional, a cualquier etapa de la cultura, a ninguna
forma de concebir el mundo. Pero en contraste con las rutinas instintivas de
otros animales, el hombre además elabora, piensa, y modifica la naturaleza.
Desde tiempos remotos el
hombre jugó. Algunas veces para comprender fenómenos que no entendía: la vida y
la muerte, el sol y las lluvias, etc. Otras veces el juego fue una preparación
para situaciones que la realidad exigía: juegos de persecución similares a la
cacería, juegos de ataque y defensa. En algunos otros rituales primitivos se
usaba el juego como medio para encontrarse con los otros y comunicarse.
Dice el psicólogo inglés Winicott: “el juego no es parte
de una realidad ni tampoco es totalmente una fantasía de la imaginación”, lo
ubica en un espacio intermedio que llama espacio transicional.
El
juego es una actividad libre, el hombre juega por el placer que en ello
encuentra, es una respuesta a un impulso lúdico. El juego no es la vida
corriente, se entra en una dimensión ambivalente entre realidad y el “como sí”.
Dice G. Sheines: “La conducta lúdica y las tareas ordinarias de cada día se
balancean alternadamente a lo largo de la vida. Por lo general el juego interrumpe
el proceso cotidiano y se intercala en él como paréntesis o isla”.
La persona que está jugando tiene una verdad
personal que maneja a la perfección pero que está fuera de la realidad
objetiva. Dentro de esa cosa seria en la que se transforma el juego, logramos
dominar lo que nos domina, ya que por otro lado lo serio se vuelve juego.
Existe un orden propio que
se establece en el juego, ese orden se logra por los límites espaciales,
temporales y por las reglas que posee. Si estos límites se transgreden se
deshace el mundo del juego.
El
juego moviliza, es acción, dinámica, se opone a la quietud, a la inacción y por
esto ya es un elemento distorsionante en nuestra sociedad. Si apostamos al
juego reconociendo todas estas capacidades estaremos apostando a una relación
diferente del hombre con la realidad y entre los propios hombres. Según
Winnicott “la realidad se alimenta del juego, es la alteración necesaria para
desalienarnos”.
A
través del juego, promovemos
transformaciones que tienen mucho que ver con los vínculos, la comunicación, la
educación. Así, el juego cumple un doble rol, como expresión lúdica, como
objetivo en sí mismo, y como instrumento pedagógico y promotor del desarrollo.
Se convierte aquí en un medio para alcanzar un fin, cargando la intervención
lúdica de una intencionalidad.
Según la teoría del
Desarrollo y el Aprendizaje de Lev Vigotsky, el aprendizaje precede al
desarrollo, porque logra potenciar ese nivel de desarrollo potencial que cada
individuo tiene, alcanzando un nivel de desarrollo real; sitúa al juego como
creador de esa zona de desarrollo próximo. A su vez, plantea que a medida que
el juego se desarrolla, se ve un avance hacia la realización consciente de un
propósito y que a medida que se introducen
más reglas y mayores son las demandas que exigen al niño, mayor será la
regulación de su actividad. En fin, el juego abre puertas para el conocimiento…
Desde los primeros pasos
vivimos en el mundo través del juego. Las canciones que nos cantaron y nos
abrazaron de afecto también nos acercaban a la palabra.
Los juegos de contacto,
hamacados, mecimientos, acunamiento, nos fueron dando apoyo y sostén para
comenzar a tener noción de nuestro cuerpo en el mundo.
El encuentro con los
primeros objetos, sonajeros, chupetes, brindaba el reconocimiento paulatino de
las nociones de ausencia y presencia.
Las manos de los mayores
nos provocaban ir hacia el mundo y conquistarlo con nuestro movimiento y
control progresivo.
Los juegos de ocultamiento
y aparición, como las escondidas, el gallito ciego, nos fueron dando el acceso
al mundo simbólico, presencia a lo que no se ve.
Luego, los disfraces, las
máscaras, los personajes que podíamos sacar a relucir para ir descubriendo el
mundo que nos conforma.
El
juego como ese espacio donde se suceden encuentros, elecciones, el acceso a la
espontaneidad que nos entrena para resolver todo lo que se nos presenta en
forma sorprendente y permite elaborar el mundo, un espacio de exploración,
descubriendo nuevas posibilidades de aprendizaje…
Desde esta propuesta, reivindicamos el insustituible
papel promotor de desarrollo integral que es el juego en la vida de niñas y
niños, y el lugar insustituible de la familia como referente, pilar,
guía…mostrando, enseñando, habilitando, transmitiendo valores y compartiendo
espacios lúdicos que en lo cotidiano son recortados.
Nuestra invitación es a
crear, desde el disfrute de la naturaleza, un espacio convocante, atractivo,
seguro y afectivizado, que revalorice el rol del juego a través de “la
historia” y “las historias”.
Una hermosa jornada afianzando las raíces, rescatando la memoria colectiva y familiar, y por sobre todas las cosas disfrutando juntos...¡GRACIAS!